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Recorridos llenos de sensaciones por una singular dehesa de montaña, en contacto con animales y plantas.

martes, 3 de noviembre de 2009

Día de los Santos y recuerdos.


El otro día me comentaba una amiga del blog que para ella estos días de primeros de noviembre, con la tradición de recordar y honrar a nuestros familiares que ya no están, eran días un poco tristes.

Recuerdo que la contesté contándole mi manera de ver las cosas estos días. Por supuesto que a las personas que nos faltan las recordamos todos los días pero sí es verdad que durante estos días uno va al cementerio, lleva flores a los suyos y charla un ratito con ellos allí porque parece que están más cerca.

Le comentaba que yo (que por desgracia he perdido ya a mis padres) nunca me entristecía cuando voy al cementerio a visitar el lugar dónde están enterrados, supongo que porque, entre otras cosas dicho cementerio está situado en un lugar tan privilegiado y con unas vistas tan hermosas que desde luego pienso que mis padres (si es que de alguna manera pueden percibirlo) habrían elegido sin duda ese lugar para descansar para siempre.

Me imagino que también el hecho de haber ido desde pequeñita a visitar las tumbas de mis abuelos, a ayudar a mi madre a limpiarlas y adornarlas de flores, viéndolo como algo natural y que en los pueblos es algo cotidiano (y que por supuesto yo sigo haciendo con mis hijas) hace que todo sea mucho más fácil.

Está claro que uno echa mucho de menos a sus seres queridos perdidos y que, en ocasiones, te invade la tristeza de saber que no volverás a verlos nunca, pero yo soy de la opinión de que ellos son imortales porque viven dentro de nosotros y que de nuestro estado de ánimo depende también el suyo, por lo que no debemos recordarlos con tristeza, sino todo lo contrario, recordarlos con la alegría de saber que fueron parte muy importante de nuestras vidas, que a ellos les debemos mucho de lo que somos y sobre todo, pensar que siguen estando dentro de nosotros y ahí, siempre los encontraremos.

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